tiempo propicio para florecer las relaciones humanas
Hno. Elibien Joseph, sss
Escolástico de 4° año
La historia del mundo actual es marcada por el vigente fenómeno del Covid-19. Una pandemia que podemos llamar “un enemigo
invisible” que ha causado víctimas y muchos sufrimientos a nivel mundial. Esto
llevó a las autoridades y los científicos sensibilizar a las personas de todo
el mundo la orden de: “quedarse en casa”. Este fenómeno evidencia las consecuencias
del aislamiento social expresada en exigencia de cuarentena en los países. Esta
orden es una realidad bastante exigente desde la esencia humana de “ser
relacional por excelencia”. Estamos en la era en que las relaciones sociales de
múltiples ámbitos (laborales, educativos, litúrgicos e incluso familiares) de (tú
a tú) exige una nueva forma y hasta los momentos de Celebración de la Eucaristía,
vienen determinadas principalmente por los medios de comunicación virtual.
Desde esta perspectiva, caben las preguntas como: ¿Qué interpelaciones genera el
Covid-19 para fortalecer las relaciones humanas en el mundo? ¿Puede este
fenómeno llevar a una crisis de fe? ¿Cómo la Eucaristía nos convoca a apostar
por la promoción humana a la luz de esta pandemia?
Este tiempo de crisis interpela al
ser humano en la búsqueda de sentido a su existencia desde una lógica de la
alteridad. Stay home- Saves lives -quedarse en casa implica salvar
vidas. Se trata de una dinámica de creatividad, nuevas perspectivas, nuevas visiones
apuntándose al arte de la convivencia y de la fraternidad con la finalidad de
superar los momentos de angustia, de tensión y de fragilidad humana.
El tiempo de Covid-19 marca un camino desértico en la historia actual del
S. XXI, caracterizado por la angustia, la inseguridad, el pánico entre otros.
Estas situaciones traumáticas podrían, sin duda, llevar a cuestionamientos sobre
la existencia de Dios, y los atributos del mismo. Tal como fue la pregunta de
un amigo mío: ¿Por qué el Dios todopoderoso ha dejado el Coronavirus ultrapasar
la capacidad de los científicos y los protagonistas de la salud hasta matar
tantas personas en el mundo?
La respuesta fue que el Covid-19 no es la primera pandemia que ha conocido
la historia de la humanidad. Por ejemplo, la pandemia de la gripe de 1968 causó
más de un millón de muertes en el mundo.
Aun así, Dios en su relación con el ser humano, le conceda la gracia para
actuar en favor de la vida. Así la inteligencia lleva a interrogarse sobre los
vínculos, es decir, la relación no sólo entre los humanos entre sí, sino
también con el medio ambiente. De ahí, cabe la importancia del llamado del Papa
Francisco en su encíclica Laudato Si respecto a la necesidad de tener un
cuidado especial por la casa común profundizando cada vez más en el sentido de
la ecología integral desde la perspectiva relacional del hombre. Este momento
puede ser oportuno para generar nuevas personas, nuevo mundo y nuevas
relaciones con la naturaleza.
El Covid-19, aunque pueda llevar a
interrogantes de índole diversas sobre la realidad de fe, no puede llevar a una
crisis de la misma, tampoco acabar con la Iglesia. Al contrario, es un tiempo
teofánico debido a que, en todo momento traumático,
de dolor, y de sufrimientos hay una llamada de Dios desde la concepción teológica
de Israel (Ex 3, 7-8). En tal sentido, el
itinerario de Jesús muestra que la oración es la garantía de la fe, el
religioso sacramentino diría que es parte de su misión Congregacional (Cfr. Mt
4, 1ss). Por ello, el tiempo de esta pandemia requiere fortalecer la dimensión
espiritual a través de la dinámica orante, siendo una manera de estar en
comunión con las víctimas. Se me ocurre una súplica del Salmo 17: “Te invoco,
oh Dios, pues tú me respondes, inclina a mi tu oído, escucha mis palabras (Sl
17, 6).
El aislamiento social del momento presente no es provocado por exclusión de
estatus, de clase social entre pobres y ricos, sino por exigencia de un tiempo
de crisis que demanda reflexionar sobre el sentido de la alteridad y de comunión
con los otros buscando salvar vidas. ¿Es posible decir que es un momento de
prueba de fe en el misterio de Cristo que en sus sufrimientos asumió la
historia de la toda la humanidad? Sí, su victoria se concretizó en el momento
final creyendo siempre en el Dios de la vida.
Una postura de la antropología
teológica remite al sentido de la relación del hombre (Relación con Dios, con
la naturaleza y con los otros). Se evidencia
así el sentido de la alteridad como dimensión fundamental humana. “Quedarse en
casa” expresa la falta concreta de los momentos celebrativos de la vida, especialmente el sacramento
“fuente y cumbre” de la Iglesia, la Eucaristía. Así los medios de comunicación
virtual reflejan la importancia de la tecnología hasta en la dinámica
celebrativa de los misterios de la fe cristiana.
Desde la sensibilización con todos los que trabajan por una verdadera
promoción humana (Rv 37), la Eucaristía
nos interpela como religiosos sss a discernir y reflexionar en los momentos oportunos sobre
el arte de la convivencia fraterna, de fortalecer las relaciones humanas
fundamentadas en la compasión, la igualdad y el amor como los protagonistas de
la salud que se arriesgan y apuestan todo en la búsqueda de salvarle la vida a
los contagiados.
En última instancia, el fenómeno del
Covid-19 interroga a todos mostrando que estamos en el mismo barco (pobres,
rico, clase media). En esta lógica, los líderes mundiales respiran un nuevo
aire sobre las grandes preocupaciones para florecer la economía como la cúspide
de la vida. Se descubre un nuevo sentido interpelado por esta pandemia. Por
tanto, lo que debe florecer es la “economía humana” entendida en una lógica de
harmonía, búsqueda de bien común y de relaciones auténticas que favorecen la
vida en el mundo.
Con todo, el mundo está en guerra frente a este enemigo invisible pero no
invencible. Así, mientras que el personal de la salud y los científicos luchan
por salvar vidas de los contagiados, la Iglesia debe arrodillarse apoyándolos,
e implorar la gracia de Dios para que juntos lleguemos a la victoria.
Esa es la realidad.
ResponderExcluirNo esta equivocado. Con la ayuda de nuestro Padre celestial saldremos victoriosos.
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